Por: René Mondragón
CLARIDAD DE HORIZONTES
A petición de cuatro bellísimas lectoras, el escribano amplía un poco sus pareceres respecto al famoso debate entre los candidatos a la presidencia de México.
BALANCE
Como este amanuense lo sostuvo la misma noche en que concluyó el evento, la comunidad de los opinócratas sostiene que, sin dud a, José Antonio Meade fue el gran ganador del debate, pues ganó dos departamentos que el tabasqueño le escriturará, esperemos que en breve.
Ricardo Anaya resultó el más favorecido, con un manejo de imagen y narrativa, bastante bien elaborado; con estructura lógica y fundamento; con visión y lenguaje tal, como para que lo entienda hasta Layín, el famoso alcalde de San Blas.
Sobresaliente, porque sin tener nada que perder, y sí, mucho que ganar, el Heliodoro Rodríguez, El Bronco que así se llama y le dicen, piso varios callos a Andrés, a Anaya y a Meade. Pedirle a López que firmara la devolución de las prerrogativas fue un acto de efectismo que le funcionó bien. Pero, no esperaba el revire puntual de Anaya, que aunque no llevaba los datos, es seguro que los hará llegar.
Al escribano le parece que Meade actuó bien, con sólidos argumentos, pero con flojera, mediatizado, flojo; como si estuviera dando una clase de macroeconomía en la Universidad que fundó López Obrador. No pegó, no conmovió. El escribano sostiene que mejorará, si acaso, un par de puntos porcentuales.
Margarita bien, aunque este amanuense sostiene que tendrá que matar a su cosmetóloga. No se percibió ni un solo golpe definitivo. Rozones a López, pellizcos a Meade y patadas en las espinillas de Anaya, pero nada más. Fue un acierto dirigirse a las mujeres, pero en opinión del escriba, faltó aterrizar los mensajes.
Pronóstico: Meade no se mueve significativamente (ni con la ayuda de Aurelio Nuño en los post-debates); Margarita subirá un par de puntos; El Bronco, nada espectacular; Anaya repunta para los siguientes días, cerrando la distancia; y López Obrador empieza a decantarse.
Las loqueras y ocurrencia del “Mocha-manos” de Nuevo León; y –como dicen en Argentina- las pavadas de López, pasarán a inscribirse en el anecdotario del público filarmónico mexicano.
Nada más allá.