Por: René Mondragón
ENCUENTROS LEJANOS
Cualquier ciudadano que tenga tres centímetros de materia gris puede constatar que entre el presidente electo y su variopinto equipo de trabajo existen diferencias de pensamiento, palabra y obra, que acaban por conformar un “encuentro lejano” entre quienes le ayudarán en el timón de este país.
Sin duda es preocupante, porque al fenómeno anterior es prudente agregar dos elementos más: la tendencia de López Obrador a centrar todo el ser y quehacer nacional, en el propio carisma, la imaginería y la ametralladora de ideas envueltas en un activismo febril que, a partir de hace unos días, empieza a disminuir su aceleración, ante las impresionantes filas de personas que pasan horas y días afuera de su oficina esperando que “el cambio” les llegue en forma de pago de renta, de luz, de medicamentos, de ayuda con la justicia y con ello, derrotar a la gran rueda burocrática en los tres órdenes de gobierno.
Y a este modelo de “voluntarismo político”, se incorporan los siempre ausentes “cómo”.
A LA MAÑANA SIGUIENTE
Los escenarios desde el dos de julio dieron forma a una sobre expectativa de la ciudadanía, de los liderazgos de opinión, de los académicos y observadores de la “Res Pública” porque durante los últimos 18 años, en este país se dijo que la vida mejorará, que la selección ganará el mundial, que Trump pagará el muro y los pobres se van a acabar, debido a la voluntad del presidente que, con toda certeza, acabará con la corrupción y la impunidad.
En alguna oportunidad, Pablo Hiriart comentó en El financiero que, López Obrador seguía hablando a sus seguidores cuando ahora, tendría que haber cambiado su narrativa y contenidos, al discurso de presidente de los mexicanos. El problema real es que la expectativa continúa creciendo como espuma…y como tal, se puede desinflar.
Ciertamente, en el desencanto previsible, no se escuchan las lamentaciones de quienes vociferaron contra Peña por el “fiscal carnal”; por la postura “entreguista” y “dócil” al gobierno gringo. Ahora todo es tersura. No se escuchan las voces de quienes pedían que los funcionarios se bajaran los sueldos, aunque la señora Sánchez Cordero ya avisó que a ella, ese tipo de expresiones, le harían lo que la atmósfera al benemérito.
“VALEMAROL” Y RESIGNACIÓN
En efecto, dice mi querido José Antonio Crespo en su columna de el Universal, el electorado mexicano ha ido mutando de la indolencia y pasividad, a una expectativa más intensa. Por ello mismo, el tema de la corrupción y la impunidad –que campearon libremente en el sexenio de Peña Nieto- emergen ahora con fuerza, porque el beneficiario principal fue el presidente electo.
¿Por qué resulta tan delicado el tema? Precisamente, porque López Obrador centró su estrategia de ofertas y narrativas, apostando todo al exterminio de la corrupción, arguyendo su ejemplo personal y su voluntad, como el detonante para lograrlo, aunque –el escribano insiste, haciendo eco de sus bellísimas lectoras y amables lectores- de que “los cómos”, siguen quedando en el espacio de los conceptos “molusco-invertebrado-gaseosos”
LA OTRA CARA DE LA IMPUNIDAD
El ciudadano “de a pie”, además de las promesas dogmatizadas de campaña, espera acciones contundentes, exactamente, contra todo aquello y todos aquellos, que el genial líder señaló como causas centrales de todos los problemas nacionales.
Sin embargo, el escribano estima que las promesas de “perdón y olvido”, los elogios al presidente saliente; la insistencia en que no “es un hombre de venganzas” sino de perdón; las reiteradas decisiones en pista doble: el perdón y la exoneración Bartlettniana y Gordillista; y por otro lado, la integración de René Bejarano al manejo de los dineros y la salida de Ponce –el señor de Las Vegas-, la integración de Nestora, del Napito y de varios especímenes curiosos, pueden convertirse ahora, en el botón de desencanto para los 30 millones de electores que respaldaron su candidatura.
“No habrá represalias”, cuando mucha gente en México quería ver, simplemente, la aplicación de la justicia y la restauración de una confianza perdida durante años en autoridades omisas, indolentes y/o corruptas, conforma un escenario escasamente prometedor para lo que el país demanda en este momento.
Si a alguien le quedara alguna duda, le recomendamos verificar el nivel y el calibre de las demandas de los mexicanos que se acercan a la llamada “casa de transición”. ¿Qué pasará si no reciben la ayuda prometida por el tabasqueño? Es pregunta. Cierto, las ofertas son ayuda, pero no resuelven nada.