Por: René Mondragón
MUCHAS QUEJAS
En efecto. Muchas personas se quejan de la guerra de lodo que presenciamos todos los días, y de la falta de contenido, visión, principios y propuestas que las distintas narrativas ofrecen los presidenciables y los demás candidatos a cualquier número de cargos de elección popular.
No es para menos. El Nembutal de spots al que se encuentra expuesto el target-elector es formidable.
Carlos Castillo Peraza acostumbraba decir (“Apuesta por el Mañana”) que, si las ideas no se convierten en palabras, son malas ideas; si la palabras no se convierten en acciones, son malas palabras. Y con frecuencia, lo que se aprecia en el horizonte de los consumidores de información, es simple: malas ideas, deficientes palabras y peores acciones.
¿QUÉ SE REQUIERE?
Descubramos el agua tibia: Se necesita, con urgencia, una “conversión de las obras”, como bien lo califica un destacado pensador contemporáneo. Se trata, efectiva y eficazmente, de hacer obras nuevas, realizaciones con un profundo sentido humanista y contenido trascendente. Esto es, ser capaces de mirar más allá de la obra pública o los programas de asistencia social.
Si de verdad, los liderazgos políticos quieren –en serio, el escribano reitera- transformar a este bendito país, se debe iniciar por una conversión de sentimientos, percepciones y emociones. Y no se trata de instrumentar modelos sentimentaloides o cursis como “la república amorosa”, sino de medidas eficaces, políticas públicas y visión de gobernanza verdadera, aplicada desde los sentimientos de cada persona y su puesta en escena por la comunidad.
CONVERSIÓN DE LOS SENTIMIENTOS
Un primer impacto: En expresión del Maestro Agustín Basave Fernández del Valle, entender que “no hay nada más democrático que, el ‘amaos los unos a los otros’”. De esta forma, la virtud de la compasión a favor de quienes menos tienen, menos pueden o menos saben, se aleja del clientelismo electoral, para dar paso a la virtud práctica derivada del espíritu de un buen samaritano.
De esta forma, las despensas dejarán de comprar conciencias, y las cobijas dejarán de alquilar voluntades, para poner encima de todo ello, el respeto fundamental a la dignidad de la persona humana.
CONVERSIÓN DEL PENSAMIENTO
En un segundo momento, a la conversión de obras y sentimientos, sucede necesariamente, la conversión del pensamiento. Como dijo certeramente el pensador: se trata de convertir “no lo que pensamos, sino de cómo pensamos”. Esto es, de un nuevo y disruptivo “estilo de pensamiento”
La pregunta es obligada: pensamos con un estilo superior y trascendente de lo que nos rodea? o ¿pensamos con estilo meramente utilitarista, cortoplacista, convenenciero, manipulador y rastrero?
Este estilo de pensamiento no es extraño. Como destaca un espléndido colaborador y maestro, es el pensamiento que obedece “a la cuarta ley de Newton” que a la letra dice: “Todo lo que se arrastra, tiende a subir”.
Dentro de esta misma conversión de pensamiento, se encuentra la urgente actitud de evidencia una sincera “Humildad por Aprender”, por encima de las descalificaciones, los señalamientos de deficiencias, y “las evidencias” que “demuestran” el nivel de estupidez de los demás contendientes. Se trata pues, de edificar. A los mediocres y frustrados les encanta destruir, no porque quieran lo que usted tiene, su pretensión es quitarle a usted lo que tiene.
Y esta propuesta conlleva una transformación de la actitud. Actitud que se traduce en evolucionar y dejar de resistirnos a asegurar que ninguno de los que nos rodean, tiene autoridad para corregirnos. Como actitud, la vanidad intelectual y la soberbia, son pésimas consejeras. Se le hace más caso al que trae más ruido, al que causa mayores dislates en las redes; al que nos divierte con sus múltiples ocurrencias.
Esta campaña rumbo a la presidencia de la República, es una espléndida oportunidad para la conversión del pensamiento… empezando por el nuestro como dicen mis adorables lectoras y amables lectores.